La pantalla le quedó chica: el video como lenguaje de la experiencia

Claudio Zelada, director de experiencias de Ki Technologies.


El video nació hace más de un siglo y desde entonces no ha dejado de evolucionar. De hecho, con la digitalización, su potencial se multiplicó casi de forma exponencial: pasó de ser sólo un registro o un espectáculo en pantalla grande, a convertirse en el medio más poderoso para comunicar, interactuar y crear experiencias.

El video no sólo muestra. El video conecta. Es capaz de mezclar imagen, sonido, texto y relato y, en esa suma, se acerca a la manera en que vivimos el mundo. Por eso emociona más directo que cualquier otro formato: en un solo acto informa, conmueve y deja una huella.

Durante mucho tiempo el video fue un espacio de consumo. La televisión fue su primer gran escenario: nosotros mirábamos, pero no respondíamos. Sin embargo, igual como ocurrió con la web, que comenzó siendo un lugar donde leer y terminó siendo un espacio para interactuar y cocrear, el video también cambió. Hoy no se trata de mirar, sino de participar.

Y acá aparece un giro interesante: todos podemos ser una marca. Claro, el mercado siempre nos ofreció esa posibilidad. Desde hace décadas, cualquiera podía intentar diferenciarse, crear un estilo, levantar un nombre propio. Pero la diferencia es que hoy, gracias al video, esa posibilidad dejó de ser aspiracional para convertirse en algo muy real y alcanzable.

Los canales están ahí, las herramientas son accesibles y la audiencia está dispuesta a escuchar. Basta una cámara en el bolsillo y una idea clara para que esa marca personal empiece a existir. De hecho, lo vemos todos los días: personas que, sin ser grandes empresas, logran conectar, emocionar y generar comunidad a través del video.

Las redes sociales no son un éxito por azar. Son el espacio donde el video se convierte en conversación. Donde las marcas (grandes o personales) pueden conectar emocionalmente, transmitir un sentido, abrir un diálogo. 


Lo más interesante, creo, está por venir. Porque ya no se trata solo de ver videos, sino de habitarlos: interactuar, personalizar, cocrear.

El video ya no es un canal: es un entorno vivo que respira y evoluciona, y que, inevitablemente, seguirá empujándonos hacia experiencias más completas, humanas y memorables.