IA, datos y marketing: rumbo a una gobernanza inclusiva, sostenible y ética

Columna de María José Martabit, abogada, fundadora y CEO de Theodora AI, speaker del AMDDay 2025.


La inteligencia artificial ya no es el futuro: es el presente. Lo que antes era una herramienta auxiliar se ha convertido en una fuerza transformadora que reconfigura industrias, economías y sociedades a una velocidad sin precedentes. Con este avance emergen preguntas críticas: ¿quién controla la IA? ¿quién se beneficia? ¿cómo garantizamos que esta tecnología se use para el bien común y no sólo para intereses privados?

Estas preguntas fueron claves en la Cumbre de Acción sobre IA de París, un evento histórico copresidido por Francia e India el 10 y 11 de febrero de 2025. Más de 100 países participaron con un objetivo común: trazar un rumbo hacia una IA inclusiva, ética y sostenible. 

Uno de los temas más urgentes fue el peligro de que la IA quede en manos de unos pocos actores dominantes. La IA no puede ser solamente un activo corporativo, debe ser un bien público al servicio de las personas. Gobiernos, empresas y la sociedad civil deben colaborar para construir un ecosistema global de IA que sirva a la humanidad, en lugar de concentrar el poder en unos pocos. 

Como parte de este esfuerzo, la cumbre anunció la creación de la Plataforma e Incubadora de IA para el Interés Público, una iniciativa diseñada para cerrar la brecha digital y financiar el desarrollo de bienes digitales accesibles para todas las personas.

La verdadera clave de la democratización de la IA está en el control de su materia prima esencial: los datos. Si la IA es el motor de la transformación digital, los datos son su combustible. Sin ellos, los modelos más avanzados no podrían operar. Sin embargo, su recolección, control y uso están lejos de ser equitativos.

Los países en desarrollo enfrentan el desafío de construir capacidades en IA sin depender de infraestructuras de datos controladas por potencias extranjeras. En la cumbre se enfatizó en la necesidad de promover modelos de IA abiertos y alineados con marcos regulatorios nacionales e internacionales, lo que permitiría una economía digital más autónoma y equitativa.  

La forma en que se recopilan y procesan los datos afecta a industrias enteras. El impacto de la IA en el marketing ya está ocurriendo. Un caso emblemático es el de Artisans, que se ha posicionado como pionera en la creación de agentes de ventas autónomos basados en IA y que sostiene que la creatividad humana ha quedado obsoleta. Sus campañas aseguran superar a los especialistas en ventas en velocidad, personalización y eficiencia.  

¿Es la automatización sinónimo de creatividad? ¿puede la IA generar conexión emocional y autenticidad, o simplemente optimiza la persuasión a nivel algorítmico? Aquí es donde surge una nueva generación de empresas de IA que apuestan por un enfoque diferente: no reemplazar la creatividad humana, sino potenciarla. 

Uno de los mensajes más claros de la Cumbre de Acción sobre IA fue que la inteligencia artificial debe estar al servicio de las personas y el planeta, no sólo de la eficiencia y el beneficio económico.

Esto es especialmente relevante en el marketing, donde el exceso de contenido generado por IA ha comenzado a generar escepticismo en el público consumidor. 

En un mundo donde los anuncios son creados, optimizados y distribuidos por inteligencia artificial, las marcas que adopten estrategias centradas en lo humano serán las que realmente destaquen. Las personas buscan autenticidad, conexión y valores. Un algoritmo puede optimizar un mensaje, pero no puede crear significado genuino. 

El futuro de la IA no se trata solamente de automatización, como sostiene Artisans, sino de la expansión de lo posible, sin reemplazar lo humano. El desafío está sobre la mesa: ¿usaremos la IA para potenciar nuestra creatividad humana, o permitiremos que la tecnología reemplace lo que nos hace únicos? Las marcas que comprendan esta diferencia serán las que prosperen en la era de la inteligencia artificial.