Lo que la IA le debe a internet

Sebastián Chávez
Head of Science Consultora MIND

En el Día de Internet, vale la pena mirar más allá de los cables, las pantallas y las aplicaciones. Internet no es sólo una tecnología: es una infraestructura cultural. Una plataforma donde la humanidad, de manera caótica y constante, ha volcado su conocimiento, su creatividad y su conversación. Y si hoy hablamos tanto de inteligencia artificial, es porque internet lo hizo posible.

La IA no surgió en el vacío. Detrás de los modelos que hoy nos asombran con respuestas fluidas y textos bien armados, hay un cimiento invisible: la red. Internet fue el espacio donde se almacenó y compartió el conocimiento de millones de personas; donde se escribieron blogs, artículos, foros, libros digitalizados, líneas de código, memes, imágenes y sonidos. Sin esa avalancha colectiva de información -heterogénea y viva- no existiría la materia prima para entrenar los sistemas actuales.

Pero internet no sólo proveyó datos. También instauró una forma de pensar distribuida, conversacional. El hipertexto, los hilos, los comentarios cruzados: todos simulan una lógica de razonamiento colectivo que ahora las máquinas intentan replicar. En cierta forma, la inteligencia artificial es una imitación estadística de la mente colectiva, un eco procesado de cómo hablamos y pensamos en línea.

¿Habría sido posible crear estos modelos sin una red global abierta? Difícilmente. Porque entrenar máquinas para entendernos requiere más que matemática: requiere exposición masiva a la complejidad humana. Y esa complejidad está tejida en la trama infinita de internet.

La inteligencia artificial no es sólo una proeza de la ingeniería. Es también un reflejo de lo que hemos dicho, escrito, compartido y buscado en línea. Es el resultado inesperado de una conversación colectiva que nunca dejó de expandirse. Más que una creación tecnológica, la IA es el producto emergente de una humanidad hiperconectada.