Columna de opinión de Daniza Lonza, gerente de personas y cultura en Moov Media Group, empresa asociada de la AMDD.
La igualdad de género en los puestos de liderazgo es más que un ideal, es una necesidad imperante. En un mundo cada vez más competitivo, la diversidad de perspectivas que aporta el liderazgo femenino puede marcar la diferencia en el éxito de cualquier organización.
Numerosos estudios confirman que incluir mujeres en roles clave no solo mejora la toma de decisiones, sino que también los resultados financieros. Según un análisis del Instituto Global McKinsey (MGI), las empresas con una alta representación femenina en posiciones de liderazgo tienen un 25% más de probabilidades de superar la rentabilidad promedio de su industria.
Del mismo modo, un estudio de Business Consulting Firm muestra que las empresas con fundadoras generan un 78% más de ingresos por cada dólar invertido en comparación con aquellas lideradas exclusivamente por hombres.
Estos datos revelan una realidad clara: el liderazgo femenino no es sólo un complemento valioso, sino un activo estratégico. Sin embargo, la situación actual refleja una profunda desigualdad.
Aunque las mujeres representan casi el 50% de la fuerza laboral global, sólo el 20% de las empresas tienen a una mujer en su equipo ejecutivo. Esta brecha de representación destaca barreras culturales y estructurales que aún existen en el mundo laboral.
Para avanzar, no es suficiente cumplir con cuotas o metas numéricas, es necesario un cambio cultural profundo que elimine estas barreras y garantice oportunidades equitativas para todos. Las empresas que adopten la equidad de género desde el principio no sólo crearán entornos inclusivos que fomentan el desarrollo de variados talentos, sino que también se posicionarán para competir en un mercado global en constante evolución.
Implementar políticas de igualdad de género desde los primeros días de la empresa además de ser una cuestión ética, también es una estrategia que aumenta la resiliencia, la capacidad de innovación y, en última instancia, la ventaja competitiva.
Asimismo, trae importantes beneficios económicos. Según el MGI, la igualdad de género en el lugar de trabajo podría añadir hasta 12 billones de dólares al PIB mundial para 2025. Esto sugiere que las empresas que prioricen la inclusión y diversidad no sólo estarán contribuyendo a un cambio positivo, sino que también estarán asegurando su futuro financiero.
A medida que la tecnología y la globalización siguen transformando la economía, las empresas que adopten un enfoque inclusivo serán las mejor preparadas para enfrentar los desafíos del mañana.
El camino hacia la equidad no termina con la representación femenina en roles de liderazgo; es necesario también fomentar un ambiente que permita el crecimiento continuo de todos sus colaboradores. Programas de mentoría, políticas de conciliación laboral y medidas para reducir la brecha salarial son pasos concretos para avanzar hacia una verdadera igualdad.
El liderazgo femenino es un motor de innovación y crecimiento económico. Al fomentar la diversidad y la inclusión en los puestos de liderazgo, las empresas están haciendo lo correcto, junto con tomar una decisión estratégica que les permitirá prosperar en el futuro.