Romper el loop: salir del algoritmo para volver a crear

Juan Cáceres, managing director de Digitas South Cone, escribe sobre la IA predictiva como una tendencia para el 2026.


En 2026 la pregunta clave no será qué tan inteligente es la IA, sino qué tan libre seguimos siendo frente a ella.

El año 2025 marcó un punto de inflexión: la inteligencia artificial dejó de ser una promesa tecnológica para transformarse en una infraestructura invisible.

Los modelos predictivos ya no solo anticipan qué queremos ver o comprar; ahora diseñan productos, ajustan precios y hasta administran conversaciones con tono humano. Todo parece más eficiente. Pero esa perfección aparente empieza a esconder un riesgo: la homogeneidad.

Estamos cayendo en lo que Justin Billingsley define como la AI value inversion: usar la inteligencia artificial al revés.

Según McKinsey, el 72 % de las organizaciones aplica inteligencia artificial en marketing, pero casi exclusivamente en la ejecución -programática, creatividades dinámicas, personalización-, mientras las decisiones estratégicas sobre qué productos crear, qué mensajes importan o qué quieren realmente los consumidores siguen siendo analógicas.

En otras palabras: perfeccionamos la forma de vender lo que no sabemos si alguien desea comprar.

Romper el algoritmo significa invertir esa lógica. No se trata de desconectar la IA, sino de moverla hacia la comprensión y la estrategia. Que el algoritmo no solo prediga comportamientos, sino que ayude a descubrir deseos.

No usar la IA para perfeccionar cómo interrumpimos a la gente, sino para entender por qué la interrumpimos en primer lugar, volviendo a las bases de la publicidad.

Las marcas que lideren en 2026 no serán las que mejor ajusten prompts, sino las que se atrevan a usar la IA para imaginar lo que todavía no existe.

Netflix no predice solo qué contenido recomendar, predice qué historias producir. Amazon no espera que el producto se lance; usa IA para anticipar demanda incluso antes de que exista. La verdadera ventaja competitiva no está en la ejecución algorítmica, sino en la intuición aumentada.

Como industria, debemos romper el loop: salir del ciclo de optimización infinita para reintroducir lo impredecible, lo humano, lo imperfecto.

En un ecosistema donde todos usan las mismas plataformas, los mismos modelos y los mismos datasets, la diferencia no será tecnológica, sino cultural (¡y la valentía que esto implica para las marcas!).

El desafío para 2026 no será usar más IA, sino utilizarla mejor: trasladarla de la táctica a la estrategia, de la eficiencia a la empatía, de la predicción a la inspiración.

Romper el loop (o el algoritmo), en definitiva, no es un acto de rebeldía tecnológica; es un acto de responsabilidad creativa. Es entender que el futuro no se predice: se diseña.