Columna de sostenibilidad por Enrique Rosselot, socio de Gestión Social.
Hablar de sostenibilidad hoy implica hablar de datos, contexto y decisiones oportunas, pero también de inteligencia artificial (IA). Su incorporación en la gestión empresarial ha transformado la forma de abordar la sostenibilidad, porque permite comprimir tiempos, automatizar tareas repetitivas, anticipar escenarios y generar reportes en minutos que antes tomaban semanas.
Desde la integración de datos ESG hasta la sistematización de consultas ciudadanas o el análisis territorial, la IA se ha convertido en una herramienta con potencial para reforzar la trazabilidad y la coherencia entre lo que se hace y lo que se reporta, siempre que no sustituya el juicio profesional.
Sin embargo, la IA no es un fin en sí mismo. Mal implementada, puede reforzar sesgos, debilitar la calidad de la información o tensionar relaciones si automatiza sin criterio tareas que requieren escucha y sensibilidad humana.
Este debate es fundamental para Chile y su matriz productiva, especialmente en las industrias primario-exportadoras como la minería, la energía, el sector forestal o la acuicultura, que enfrentan una presión creciente para demostrar sostenibilidad real tanto frente a comunidades como a inversionistas globales.
Las exigencias de trazabilidad, cumplimiento y coherencia financiera son cada vez mayores, y la sostenibilidad dejó de ser sólo un relato para convertirse en una condición de acceso a financiamiento y nuevos mercados.
En este escenario, la IA puede ser la llave que permita ordenar datos dispersos, anticipar riesgos y evidenciar compromisos, o, mal usada, transformarse en un atajo superficial que termine exponiendo aún más a las empresas.
La IA debe servir a las personas, no reemplazarlas. En Gestión Social, consultora especializada en sostenibilidad y gestión de riesgos territoriales, la aplicamos para optimizar la reportabilidad ESG, fortalecer la planificación socioambiental basada en datos y robustecer procesos de escucha activa con comunidades, logrando reducir carga operativa, liberar tiempo para tareas de alto valor y tomar decisiones mejor informadas.
El desafío es doble. Se requiere talento que use la IA con criterio y sistemas adaptados al contexto real, no a la moda tecnológica. Por eso partimos de los territorios y construimos desde ahí, con tecnología práctica y calibrada para cada cliente y comunidad. La sostenibilidad y su futuro financiero no se automatizan, se gestionan. Y ahí, la inteligencia humana sigue siendo insustituible.